Roma sufre. No solo porque sus principales monumentos –el Coliseo, la Fontana di Trevi—se caen literalmente a pedazos. Ni siquiera porque las hordas de turistas apenas pueden caminar entre las mesas infinitas de los restaurantes, los centuriones de pega o los músicos callejeros de pésimo oído y amplificadores de discoteca.
Roma sufre, sobre todo, por la desidia de quienes tienen que proteger una ciudad tan hermosa y no lo hacen.
Uno de los casos más curiosos es el de los restaurantes que, de forma abusiva, invaden sistemáticamente las calles y las plazas más bellas de Roma. El fenómeno ya tiene incluso un nombre: “Mesas salvajes”. Ya existe un decreto que fija con precisión la distancia que tienen que guardar con respecto a los monumentos, el horario… Pero no se cumple
La última ocurrencia del alcalde Gianni Alemanno –bautizada ya como “la ley anti-panino”—ha sido recibida con escepticismo. A partir de ahora, comer en las calles del centro histórico de Roma está rigurosamente prohibido. A los infractores les puede caer una multa de entre 25 y 500 euros.
Noticia original >> Roma prohíbe comer en la calle
Fuente: El País